
Compara el sereno y sencillo esplendor
de un capullo de rosa con las tensiones de tu vida.
La rosa tiene un don que tú no posees:
está totalmente satisfecha de ser ella misma.
No ha sido programada desde su nacimiento,
como tú, para estar insatisfecha consigo misma,
por eso no tiene la menor necesidad
de ser otra cosa más que lo que es.
Por eso posee la gracia natural
y la ausencia de conflicto interior
que entre los humanos sólo se encuentra
en los niños pequeños y los místicos.
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